Hace poco, unas queridas seguidoras me plantearon por que no escribir algo sobre calidad vs. cantidad de ropa que consumimos hoy en día.
Son personas preocupadas por el medio ambiente pero, también por su economía familiar que se ve afectada cuando las prendas de ropa de ellas o de su familia, duran un tercio de lo que solían hacerlo.
Para nadie es un secreto que documentales como “The Real Cost” de Andrew Morgan han despertado entre los consumidores la necesidad de saber quiénes, y bajo que parámetros, se fabrican las prendas que usamos. Además de hacer una resistencia a las cada vez más abrumadoras campañas de mercadeo de las cadenas fast fashion que nos inundan de información sobre lo último que podemos usar (¡lo cual sucede cada dos semanas!), y lo barato que resulta gastar en una prenda que sabemos no va a aguantar demasiadas temporadas en nuestro closet.
Las estadísticas señalan que el sector más contaminante luego del petrolero, es el de vestimenta. Producimos toneladas de basura textil año a año. El ritmo desenfrenado de consumo, aunado a la escasa calidad de los materiales no contribuye a mermar las cifras.
Desde la misma industria de la moda se han alzado las voces de diseñadores, productores textiles, y miles de consumidores con el lema: “Slow Down, Buy Less, Buy Better” (Reduce, compra menos, compra mejor). Voces a las cuales desde esta humilde plataforma me sumo para ser cada vez más consciente de lo que compro y cómo compro. Para ofrecer e indagar acerca de las alternativas posibles para reducir nuestra huella de carbono, y aun así seguir viéndonos bien y desarrollando nuestro estilo personal.
¿Paradójico? Puede que sí, pero totalmente factible. En el blog he descrito alternativas sobre cómo aprender a repetir los atuendos, y siempre insisto en anteponer la calidad a la cantidad de ropa en nuestros closets. Para mi es importante evitar comprar dejándonos llevar por la impulsividad y siempre invito a ser muy conscientes de cada prenda que llevamos a casa.
Otra alternativa que les comparto hoy, es buscar opciones como tiendas vintage o de segunda mano. Latinoamérica no tiene una tradición muy arraigada en ese sentido; es más bien en tiempos recientes, cuando hemos aprendimos que vestir vintage es súper chic, y hemos empezado a ver con buenos ojos el ponernos prendas que ya otros usaron.
Acá en Costa Rica tuve la oportunidad de conocer a Private Closet, una boutique especializada en prendas de segunda mano con un twist: sólo ofrecen marcas Premium. Mónica Aymerich y Rosanna Ruíz, coautoras del concepto en en país, me recibieron en la tienda para explicarme cómo funciona y por qué iniciaron este negocio.
Entrar a Private Closet es como estar en la Cueva de Aladino, por la cantidad de tesoros que contiene; en cada rincón van enamorándote carteras, vestidos de noche, de cóctel, accesorios, calzado… prendas que representan piezas icónicas de grandes firmas, y que yo en lo personal valoro por el hito que significaron y significan en el mundo de la Moda.
Tanto Mónica como Rosanna, son muy estrictas en la curaduría de las prendas por lo que sólo marcas de alta gama, con la consecuente calidad y atemporalidad que las caracteriza, están a la disposición. Una excelente opción para quienes conocemos y valoramos estos aspectos pero, no siempre tenemos el presupuesto para adquirirlos.
Con la amabilidad que las caracteriza, Mónica y Rosanna me comentaron que en Private Closet no sólo se beneficia el comprador. Quien vende sus prendas puede literalmente recuperar una inversión hecha para una ocasión especial (y que no volvió a lucir) o bien hacer espacio en su closet sin tener la culpa de desechar prendas de tan buena hechura y diseño.
Un circulo virtuoso en el que todos pueden salir ganando al obtener prendas atemporales de mucho valor, por menos de su costo real e incorporar elementos únicos a nuestro guardarropa, sin generar más impacto a nivel ambiental.
Hay alternativas distintas a la compra indiscriminada y si es posible adquirir prendas de calidad sin arruinar nuestro presupuesto.
Poner un granito de área para contribuir a un cambio en el sistema es sencillo, sólo hay que poner en práctica las alternativas disponibles. ¡No hay que tener temor a ser diferente!